La necesidad de sentirse protegidos es una función biológica innata dentro de cada uno de nosotros, al igual que la necesidad de respirar o comer. Al mismo tiempo, como padres, sentimos el instinto primario de mantener a nuestros hijos cerca para que se sientan seguros y amados. Muy a menudo la necesidad de apego de los bebés (¡incluso de los minúsculos!) es juzgada por prejuicios culturales..
¿Cuántas veces hemos oído decir a la tía, a la abuela, o a quién sabe siempre una más: "No lo lleve en brazos, lo vas a malcriar"?
¿De verdad es así?
El fuerte apego de un niño a sus padres o a sus cuidadores (identificados como "caregiver") es la manifestación de una necesidad real que se desarrolla precisamente en la primera infancia y atraviesa una serie de fases.
Los más pequeños a través del llanto no sólo expresan la necesidad de alimento o un malestar físico, sino que, por el contrario, buscan en nosotros protección, serenidad y calor afectivo. Dependiendo de los mecanismos de relación entre nosotros y nuestros niños, el apego puede ser seguro o inseguro.
0-3 meses
Pre
apego
El recién nacido reconoce la figura humana cuando aparece en su campo visual, pero no reconoce específicamente a las personas.
3-6 meses
Apego
en formación
Se empieza a formar un vínculo; el niño distingue las figuras y reconoce una en particular: la que lo cura, lo mima y lo alimenta.
7-8 meses
Angustia
de separación
El niño no conoce aún la "permanencia" del objeto, por lo que siente angustia cuando se encuentra lejos de quien se ocupa de él.
8-24 meses
Apego
consolidado
El niño a menudo manifiesta un rechazo físico hacia las personas que no son la madre o el cuidador principal.
De los 3 años
Formación
de vínculos
El niño reconoce al cuidador tanto físicamente como en sus sentimientos y emociones, y comprende que su ausencia no es definitiva.
¿Cuál es la mejor manera de dar a los niños un apego seguro? ¿Y cuáles son las consecuencias?
Para desarrollar lo mejor posible el lado emocional y social, es importante que el recién nacido viva desde el nacimiento un fuerte vínculo con quien se ocupa de él, ya sea la madre, el padre o una comunidad de personas. Si aceptamos y acogemos la búsqueda de proximidad de los recién nacidos, permitimos que se cree un apego seguro, si lo rechazamos o concedemos cercanía de manera incoherente, podríamos crear estilos de apego disfuncionales.
El estilo seguro de apego es fundamental para que nuestros hijos, al sentirse amados y seguros, se vuelvan autónomos y se relacionen positivamente con los demás y con el mundo. Separarse de la figura de apego puede ser experimentado por el niño como un evento traumático que genera ansiedad: gracias a un apego seguro, los más pequeños tienen los instrumentos para superar esta ansiedad.
Inconscientemente, el modelo que se crea dentro de ellos es: "me alejo y exploro el mundo a mi alrededor porque sé que, incluso cuando no os veo, estáis siempre ahí para mí".
Todas las teorías sobre el apego coinciden en afirmar que para un óptimo desarrollo emocional e intelectual, la presencia continua de la madre o del padre en los primeros años de vida es de fundamental importancia.
¿Cómo podemos conciliar nuestros ritmos y compromisos diarios con la necesidad de apego de nuestros hijos?
A través del porteo, los padres podemos relacionarnos con nuestros pequeñitos durante todo el día, amamantar con frecuencia, jugar con un hijo mayor mientras satisfacemos la necesidad de contacto del más pequeño. Podemos trabajar (especialmente en estos meses en los que el trabajo inteligente ha entrado en nuestras vidas y se hace en casa), completar las tareas del hogar cotidianas o beber ese café con tranquilidad. Es increíble lo bien que nos hace el uso de los portabebés, dándonos autonomía de movimiento, y a nuestros niños, dándoles contacto y amor estando Juntos en un abrazo.
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